El must have de toda empresa del siglo XXI es la cultura de la Responsabilidad Social. Sin embargo, una mala interpretación de este concepto la concibe como la suma de acciones benéficas en instituciones de bien público o privado.
El paso del tiempo en la aplicación de políticas de responsabilidad social nos lleva a poner todos los esfuerzos en la propia compañía antes de salir a buscar en el ámbito externo. En otras palabras: “Ver primero el árbol y después el bosque”. En este sentido, las problemáticas de cada recurso de la empresa no son ajenas ni al Directorio ni al resto, sino por el contrario: surge la idea de que todos son parte de un entramado donde cada uno está interconectado con el resto. Y a veces con la solidaridad entre compañeros no alcanza: surge la necesidad de tomar medidas organizadas, programadas y generales para ayudar a subsanar los problemas.
Por su eficacia, una de estas medidas implica la PREVENCIÓN y para eso, la capacitación general pero meticulosa de cada recurso abordando problemáticas comunes. ¡Cuántas pérdidas traducidas en ausentismo, accidentes y pérdida de bienes han ocurrido a lo largo del tiempo debido a situaciones evitables o previsibles! Aquí es cuando la capacitación se vuelve una inversión a futuro y, en definitiva, una herramienta generadora de bienestar a todos los miembros de la empresa.